Ayer fuí al hipódromo como solía hacer Hemingway cuando vivió aquí con su mujer Hadley entre 1922 y 1925. Por esta época Hem se lo pasaba en grande disfrutando de la vida a su manera, bebiendo de lo lindo y comiendo en sus lugares favoritos de la capital francesa. Y como digo, iba a ver las carreras de caballos, que yo sepa no a este hipódromo el de Vincennes al que he ido yo, sino a otros como el de Auteuil y el de Lonhchamp.
Bueno, decir que como experiencia vale, lo más positivo es disfrutar de la visión de unos animales espectaculares. No puedo decir que los caballos sufriesen mucho, al menos no en apariencia puesto que todo el rato iban al trote.
En Francia existe una gran tradición por las carreras de caballos y también una gran pasión por las apuestas que se hacen. Aquí existe la PMU que se corresponde a las Quinielas en España y la devoción de los galos por su especialidad diría que es aun mayor que la de sus vecinos del sur por las apuestas futbolísticas.
En definitiva fue una experiencia interesante pero mucho menos divertida que la película de los hermanos Marx que da título a este post.
Bueno, decir que como experiencia vale, lo más positivo es disfrutar de la visión de unos animales espectaculares. No puedo decir que los caballos sufriesen mucho, al menos no en apariencia puesto que todo el rato iban al trote.
En Francia existe una gran tradición por las carreras de caballos y también una gran pasión por las apuestas que se hacen. Aquí existe la PMU que se corresponde a las Quinielas en España y la devoción de los galos por su especialidad diría que es aun mayor que la de sus vecinos del sur por las apuestas futbolísticas.
En definitiva fue una experiencia interesante pero mucho menos divertida que la película de los hermanos Marx que da título a este post.
Aquí unas imágenes del evento:
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